hipertension-arterial

La hipertensión arterial es una enfermedad muy frecuente que llega a afectar al 20-30 % de la población adulta española, porcentaje que se incrementa al 50 % a partir de los 60 años. Se la conoce popularmente como la enfermedad silenciosa porque en ocasiones no produce ningún síntoma y puede pasar desapercibida a no ser que el paciente realice un examen médico que incluya la medición de la presión arterial.

Un holter de tensión arterial registra las variaciones de la tensión arterial a lo largo del día

La tensión arterial no se mantiene constante a lo largo del día y sus valores pueden variar en función del momento en que la determinemos. Sigue lo que se conoce como ciclo circadiano, alcanzando un pico en el momento que nos levantamos y disminuyendo cuando retomamos el sueño por la noche. El resto del día irá variando en función de la actividad física que realicemos o el grado de estrés al que estemos sometidos.

Para realizar el diagnóstico de hipertensión arterial se necesitan varias medidas realizadas en días diferentes

¿Y qué se consideraría hipertensión arterial? Se hablaría de hipertensión arterial cuando las cifras promedio de la presión arterial sistólica (PAS) y/o las de la presión arterial diastólica (PAD), medidas en la consulta, son de forma mantenida iguales o mayores a 140/90 mmHg, respectivamente, en adultos mayores de 18 años (NICE, 2011; CHEP, 2013; ESH-ESC, 2013; JNC-8, 2014) o iguales o mayores a las correspondientes al percentil 95 de los niños de su edad en los menores de 18 años (ESH, 2010).

Se necesitan varias medidas similares separadas unas dos semanas entre ellas para poder llegar al diagnóstico de hipertensión arterial.

Aunque no se tengan síntomas, es importante realizar controles de la tensión arterial

Uno de los principales problemas que se asocian a esta enfermedad es que, como generalmente no manifiesta ningún síntoma, podría llegar a pasar desapercibida para el paciente, a pesar de que se alcancen cifras muy elevadas de tensión arterial. En el caso de dar problemas, suele hacerlo cuando se encuentra en una etapa severa o avanzada de la enfermedad.

Entre las manifestaciones que se pueden presentar, aparece el dolor de cabeza, dificultad para respirar, palpitaciones, mareos, sangrado nasal e incluso disminución de la libido, teniendo en cuenta que se trata de síntomas muy inespecíficos y que también pueden presentarse en el contexto de otras enfermedades.

Para poder identificar a tiempo los inicios de una hipertensión arterial y evitar sus posibles complicaciones, se recomienda cribado de la tensión arterial cada 2 años en menores de 40 años sin factores de riesgo cardiovascular y al menos 1 vez año en los mayores de 40 años y en aquellos pacientes que tengan factores de riesgo para desarrollar una enfermedad cardiovascular (diabetes, hipercolesterolemia, antecedentes familiares de enfermedad cardiovascular como ictus o infarto de miocardio).

¿Y qué factores pueden predisponer en el desarrollo de la  hipertensión arterial?

Existen dos formas de clasificar la hipertensión:

  1. Hipertensión arterial esencial
  2. Hipertensión secundaria a otras enfermedades asociadas

En la hipertensión esencial influyen factores genéticos (antecedentes familiares de hipertensión ) y multifactoriales (bajo peso al nacer, sedentarismo, consumo de sal y alcohol, obesidad). Estos factores multifactoriales acaban influyendo en los genes que nos predisponen al desarrollo de la hipertensión.

En la hipertensión pueden influir fármacos, enfermedades renales y pulmonares y hasta determinadas hormonas

Hasta en un 5 % de los casos, la causa de la hipertensión arterial es secundaria a otras enfermedades: enfermedades del riñón, consumo de tóxicos o determinados fármacos, enfermedades neurológicas, síndrome de apnea obstructiva del sueño… y también enfermedades endocrinas como la obesidad, exceso de corticoides o un hipertiroidismo.

Os comentaré brevemente este último concepto, cuando son los problemas hormonales los responsables de la subida de la tensión arterial.

Aunque es una causa muy poco frecuente de hipertensión arterial, en ocasiones, esta puede ser producida por un tumor secretor de catecolaminas llamado feocromocitoma que consiste en el crecimiento anómalo de parte de las células que constituyen el sistema nervioso simpático.

La mayoría de estos tumores se localizan en la  médula adrenal, que, para que os hagáis una idea, se encuentra situada en el polo superior de  los riñones, y un pequeño porcentaje pueden desarrollarse en cualquier lugar donde exista tejido cromafín derivado de la cresta neural, como es el caso de las paredes de la vejiga, tórax, abdomen, cabeza o pelvis.

Los compuestos que producen estos tumores se denominan catecolaminas (dopamina, adrenalina y noradrenalina) y son hormonas que actúan como neurotransmisores, transmiten información entre las células y permiten preparar el cuerpo para diversas situaciones como el estrés, la digestión (estimulando que los órganos liberen determinadas sustancias), aspectos neurológicos, atención o aprendizaje, y también implicadas en el control de impulsos, emociones o regulación de los circuitos que intervienen en el sistema de recompensa y las adicciones.

Ascensos puntuales de tensión con sudoración intensa y palpitaciones pueden ser causa de un exceso de catecolaminas

Cuando la hipertensión es producida por un feocromocitoma, reúne unas características especiales:

  • No es infrecuente que se presente como  un tipo de hipertensión resistente al tratamiento, esto es, que necesite más de 2 fármacos para controlarla.
  • Además, puede manifestarse bien de manera sostenida a lo largo del día o hacerlo en forma de crisis hipertensivas. Estos episodios de ascensos bruscos de la tensión arterial son muy característicos y fáciles de identificar por el paciente, ya que se acompañan de dolor de cabeza, palpitaciones y sudoración generalizada. Entre los factores que pueden hacer que se desencadene esta crisis se encuentran el estrés psicológico, ejercicio físico, un aumento de presión en la vecindad del tumor, anestesia general, el parto, algunos fármacos como los betabloqueantes o determinados alimentos como el queso.

Para su diagnóstico correcto , será el médico endocrino/a, en base a la historia médica y los síntomas del paciente, el encargado de realizar las pruebas analíticas y de localización pertinentes, siendo el tratamiento final la combinación de fármacos antihipertensivos con el tratamiento quirúrgico definitivo.

Además, cuando se necesitan más de 2 fármacos para controlar la hipertensión y predomina el aumento de la presión arterial diastólica, se debe descartar un exceso de la hormona aldosterona

Otra enfermedad endocrina en la que hay que pensar ante una tensión arterial moderada-severa, especialmente si la tensión arterial diastólica es mayor a 110 mmHg (170/100) y resistente al tratamiento farmacológico, es la producida por un hiperaldosteronismo.

En este transtorno, la causa de la hipertensión es consecuencia de la producción excesiva de la hormona aldosterona desde las glándulas suprarrenales, ya sea por un tumor benigno localizado solo en una de ellas (adenoma) o por un aumento de tamaño de las dos suprarrenales (hiperplasia).

La aldosterona se encarga de regular la tensión arterial mediante la reabsorción de sodio y agua en los túbulos renales y eliminando potasio con la orina. Pero, si esta hormona es producida en exceso, el paciente tendrá más sodio y agua en los vasos arteriales y, en consecuencia, un aumento de la tensión arterial.

Es importante hacer un diagnóstico preciso y temprano del proceso, ya que el mantenimiento de la aldosterona elevada de manera continuada supone un mayor riesgo de infarto, accidente cerebrovascular y arritmias cardíacas mientras que, si es tratada de manera precisa y temprana, se reduce considerablemente la posibilidad de desarrollar eventos cardiovasculares.

Entre los síntomas que puede manifestar el paciente con un hiperaldosteronismo, se encuentran la debilidad muscular, calambres, hormigueos, orinar con mucha frecuencia y un incremento de las ganas de beber agua durante todo el día.

El tratamiento es principalmente quirúrgico, pero suele ser necesario continuar con la medicación antihipertensiva específica para esta enfermedad con posterioridad a la cirugía.

Hipertensión, obesidad central, extremidades adelgazadas o cara de luna llena, algunas de las pistas que orientan a un Síndrome de Cushing

Aunque se trata de una enfermedad muy poco frecuente (menos del 0,1 % de la población), hasta un 80 % de los pacientes con síndrome de Cushing desarrollan hipertensión arterial.

Esta enfermedad es consecuencia de la producción excesiva de glucococorticodes desde un tumor que, principalmente, puede estar localizado a nivel del hipotálamo, la hipófisis o en la glándula suprarrenal.

Es una enfermedad que puede ser identificada con relativa facilidad a partir del aspecto físico y la clínica del paciente, ya que este aumento de cortisol en la sangre genera una serie de consecuencias físicas y psíquicas, además del aumento de la tensión arterial.

El cortisol estimula una mayor concentración de grasa a nivel abdominal y en la cara, siendo característica la obesidad central o troncular  y la llamada “cara de luna llena” por el aumento de tejido graso a este nivel.

Sin embrago, las extremidades superiores e inferiores se adelgazan y sufren pérdida de la masa muscular. Son características la aparición de estrías rojo-vinosas en el abdomen y la facilidad para formarse hematomas.

También es frecuente la presencia de acné y edemas o retención de líquidos en los miembros inferiores. El paciente suele estar cansado, con astenia e inapetencia, y no es infrecuente que se queje de debilidad muscular, dolores óseos, cólicos nefríticos y, en casos más avanzados, alteraciones psiquiátricas como la depresión o manía.

Ante la sospecha de la enfermedad, el diagnóstico se confirma mediante pruebas análiticas muy específicas y técnicas de imagen de localización. El tratamiento combina la medicación oral con la quirúrgica cuya finalidad es la extirpación lo más completa posible del tumor.

La hipertensión asociada a problemas de tiroides suele resolverse con el tratamiento específico de la enfermedad tiroidea

También los problemas de la glándula tiroides pueden producir ascensos de la tensión arterial ,principalmente la sistólica en el hipertiroidismo y de predominio diastólico cuando la causa es el hipotiroidismo. Generalmente, este tipo de hipertensión se resuelve con el tratamiento específico de la enfermedad tiroidea subyacente.

La hipertensión es más frecuente en los casos de hipertiroidismo, estimándose que hasta un 20-30 % de los pacientes con hipertiroidismo presenta cifras elevadas de tensión arterial. Y es que el exceso de hormonas tiroideas que se producen en esta enfermedad estimulan los mecanismos de regulación de la tensión a través de los vasos sanguíneos, pudiéndose producir un aumento del gasto cardíaco, arritmias o palpitaciones y el citado ascenso de la tensión arterial.

Los síntomas más significativos del hipertiroidismo y que nos pueden hacer sospechar que la hipertensión está asociada a esta enfermedad serían nerviosismo, labilidad emocional, temblor en reposo, pérdida de peso, irritabilidad, aumento de la frecuencia para ir al baño, alteraciones menstruales y apatía en el anciano.

En la mayoría de los pacientes la hipertensión es corregida con el tratamiento del hipertiroidismo, pero serán necesarios controles rutinarios de medida de tensión arterial para confirmar la resolución.

La hipertensión arterial se incrementa a medida que aumenta la grasa abdominal

La obesidad es otra causa secundaria muy importante en nuestros días de hipertensión arterial. Se sabe que la tensión arterial es 2,5 veces más frecuente entre las personas con exceso de peso que entre los que tienen un peso normal. Y es un problema creciente, hasta un 15 % de la población adulta es obesa y alrededor del 40 % sufre sobrepeso, incrementándose este riesgo con la edad.

En diferentes estudios se ha visto una estrecha relación entre los niveles de tensión arterial y el Índice de Masa Corporal (IMC), y lo que se destaca principalmente es que el sobrepeso u obesidad dependientes fundamentalmente de la grasa abdominal son los más influyentes en los ascensos de la tensión arterial y en la aparición de otros factores de riesgo cardiovascular.

El objetivo para neutralizar este riesgo sería alcanzar un perímetro abdominal menor a 102 cm en varones y por debajo de 88 en mujeres. Y es que bajar de peso es una de las medidas más eficaces para reducir la tensión arterial, en ocasiones hasta más que los propios fármacos .

La pérdida de peso puede normalizar por completo la hipertensión arterial

Se sabe sabe que por cada 10 kg perdidos puede disminuir la tensión arterial hasta 2 puntos, lo que, en algunos casos, puede implicar pasar de hipertensión arterial a normalizarla por completo y suspender la medicación.

Y en relación a este último punto de la obesidad, una mala alimentación en la que prime en exceso el consumo de la sal, las grasas saturadas o el abuso del alcohol también puede ser una causa importante de hipertensión arterial secundaria que también mejoraría con la práctica de ejercicio físico y el seguimiento diario de una dieta mediterránea.

El tratamiento de la hipertensión combina siempre el de la enfermedad causante y cambios en el estilo de vida

Si en medidas repetidas de la tensión arterial empezamos a detectar que tenemos cifras más altas de los valores establecidos como normales, lo primero  que tenemos que hacer es acudir al médico de cabecera para que realice el diagnóstico preciso de la causa de la hipertensión y que establezca si la causa de la misma es primaria o bien es secundaria a alguna de las otras enfermedades anteriormente citadas, como las  endocrinológicas, y que deberán ser manejadas por el médico especialista en endocrinología y nutrición.

El tratamiento médico que nos recomienden deberá estar siempre acompañado de cambios en el estilo de vida: evitar el sedentarismo, reducir el consumo de sal en las comidas, pérdida de peso si fuera necesario y dieta mediterránea serían los pilares básicos sobre el que debería asentar el tratamiento de la hipertensión, ya sea esta producida por una causa genética desconocida o por una enfermedad hormonal o endocrinológica.